Nadie sabe,
nadie ha visto cuando a veces, bajo al jardín y finjo que puedo bajar la luna.
Aferrarla con mi puño cerrar los ojos y sostenerla contra el pecho.
La
sugestión es algo interesante, pues casi siento como si la misma luna me llenara en esas noches. Se siente fría y
se siente luminosa, lo que sea que signifique eso cuando yo no abro los ojos
hasta haberla devuelto al cielo.
Hoy está
nublado, pero igual es una bonita noche. De esas en que cierro los ojos pero
para escuchar los guecos llamando y
alguno que otro grillo. Bajo para sentir la frescura que hace parecer que la
piel de mi rostro no fuera mía, si no una cubierta, una entidad separada, una capa que pudiera dejar atrás con una simple decisión de hacerlo.
Pero dejo
el jardín con su frescura, sus hojas de naranja de un árbol que aún no da fruto,
sus tomates verdes, aroma a orégano y unas simples y decididas flores; y subo a
decirte buenas noches; que descansés y
soñés bonito.
Yo
seguramente soñaré con una luna que no
pude ver hoy.
Buenas
noches.